Con la denominación de «Becas de formación», la Universidad de Alcalá ha aprovechado durante más de una década para que un importante número de sus estudiantes realizaran tareas que suponían un claro beneficio para la universidad y sin atender al carácter formativo que pregonaban como finalidad de la beca.
Los estudiantes realizaban tareas que claramente eran equiparables a las que realizan los y las trabajadoras de dicha universidad. Prueba de ello es el Anexo 1 de la última convocatoria. Dicho documento contiene la relación de becas ofertadas. En cada una de ellas hay campos que son equiparables a los de cualquier puesto de trabajo: horario, descripción de las actividades, conocimientos necesarios, requisitos de los candidatos, etc. A cambio, la universidad pagaba un salario que iba desde los trescientos a los seiscientos euros en función de las horas de desempeño. Por ningún lado se encuentra que va a aportar -en términos formativos- la beca al estudiante. Se llega fácilmente a la conclusión de que la beneficiaria de la beca es la propia universidad -y no los estudiantes- pues es la que se beneficia de las tareas que realizan los estudiantes a un precio muy inferior al que deben pagar a las y los trabajadores.
Aunque la universidad disponía de un reglamento dedicado a estas becas, este había sido creado por la propia universidad y ni siquiera cumplían con lo que allí aparecía, por ejemplo, el límite de tiempo era superado en multitud de ocasiones.
Por motivos presupuestarios, la universidad decide la imposibilidad de renovación de las becas, excepto para las aulas de informática y relaciones internacionales. En esos casos se prorroga excepcionalmente «con el fin de no paralizar ambos servicios». Esas palabras, evidencian que los y las becarias realizaban tareas esenciales para el funcionamiento de dichos servicios de la universidad. En la actualidad, parte de las tareas que realizaban los y las becarias las cubren con estudiantes en prácticas.
En una de las prorrogas del servicio de relaciones internacionales es contratado un compañero afiliado a la CNT. Desde el primer momento, el compañero percibe que el trabajo encomendado en la Oficina Erasmus no le va a formar en sus estudios de ingeniería, pero asume que lo que ellos llaman «beca», no es más que un trabajo basura.
Tras más de un año trabajando bajo esta fórmula, el compañero decide abrir un conflicto contra la universidad. En primer lugar, se tramitó un escrito por el Registro General de la universidad donde reclamaba sus derechos laborales y el abono de las diferencias salariales respecto a las recogidas en el convenio colectivo de aplicación. Además, los y las compañeras del sindicato comenzaron a solidarizarse realizando piquetes e informando de la situación que padecía el compañero.
La universidad, además de no reconocer la situación, despidió al compañero y al resto de becarios que trabajaban en el servicio de relaciones internacionales. Después del despido, continuaron las acciones y paralelamente se iba preparando el juicio contra la Universidad de Alcalá.
Durante el transcurso del conflicto, el compañero se encontró solo en su puesto de trabajo. Las personas contratadas por la universidad que compartían trabajo con él, simulaban no conocer el conflicto o tratarlo como algo ajeno. Y los compañeros «becarios» ni siquiera se implicaron aun sabiendo que iban a ser también despedidos. Aun así, el compañero tuvo en todo momento el apoyo de la CNT.
Más de seis meses después del despido, llegó el juicio. En la resolución judicial, este sindicato ha demostrado que:
– La labor que ha estado realizando el compañero no tenía efecto formativo, sino «el contenido propio de una categoría profesional prevista en el convenio colectivo de aplicación».
– Que se le debería atribuir una retribución superior al importe de la llamada «beca».
– Que estas labores descargan las funciones de los funcionarios, y son esenciales para el funcionamiento de la universidad.
Aun así, el juicio se perdió y ahora se está a la espera de la resolución del recurso presentado. No sabemos que nos dirá la «Justicia» en esta ocasión, pero estamos convencidos de que el único camino para acabar con este tipo de precarización del trabajo, es luchar con todas las armas que tengamos a nuestro alcance.