Basta de precariedad laboral

Reivindicaciones

Actualmente, gran número de empresas e instituciones utilizan la fórmula del becariado para encubrir puestos de trabajo. ¿Por qué? Muy sencillo, porque de esta manera consiguen sacar la producción adelante con una mano de obra mucho más barata y manejable. El caso es ahorrarse retribuir a los y las trabajadoras como se merecen , en este caso becarias; y, además, privarnos de los derechos que nos corresponden por realizar el trabajo que estamos desempeñando.

Pero, exactamente, ¿cuáles son estos derechos?

En primer lugar, salarios superiores. Es característico que el becariado tenga jornadas semejantes a las de sus compañeros y compañeras (no hablemos ya de sus funciones) y, en cambio, perciba un salario mucho menor.

Derecho a bajas, días sueltos, reducción de horario… Nuestra vida no es sólo trabajar, pueden ocurrirnos infinidad de imprevistos tales como: accidentes yendo a nuestro trabajo, visita a familiares enfermos o fallecidos, embarazos… En el becariado no se reconocen estas situaciones, no hablemos ya de vacaciones pagadas a las que toda y todo trabajador tiene derecho.

Seguridad. Al no tener un contrato laboral regido por un convenio estamos completamente indefensos. La empresa o institución para la que estamos trabajando puede despedirnos en cualquier momento sin justificación ni mucho menos indemnización. Es decir, que si queremos mantener ese puesto más nos vale tener la boca cerrada y ser dóciles.

Cotización. Bajo esta fórmula la empresa consigue ahorrarse el cotizar a la seguridad social por el personal becario por lo que cuando estas personas sean despedidas no gozarán de ningún tipo de prestación por desempleo, dando lugar a situaciones de indefensión y marginación frente al sistema.

Igualdad ante el resto de compañeras/os. El becariado ocupa el lugar más bajo en la jerarquía, muchas veces subordinado a otros y otras trabajadoras que prefieren tener a un “chico” o «chica» de rango inferior supeditada a sus intereses, en lugar de a una compañera o compañero al que tratar como igual.

Con lo que ¿qué exigimos?

Contratación fija y directa.


Encubren puestos de trabajo

En una situación de elevada tasa de paro, España se encuentra entre los países europeos con más personas empleadas bajo la fórmula de las becas. Además, las condiciones que padecemos aquí los y las becarias son aún peores que las del resto de países.

Las becas, bajo su pretendida apariencia de tener una finalidad formativa para el supuesto beneficiario, son, tanto en sus versiones en la administración como en las empresas privadas, una forma de encubrir puestos de trabajo. Puesto que los y las becarias realizan tareas equiparables a las del resto de trabajadores, queda evidenciado que son realmente una forma ilegal y precaria de contratación.

La proliferación de las becas como fórmula de contratación la padece la juventud que comienza a incorporarse al mundo laboral y se encuentra con que las posibilidades de trabajo digno no existen. Por tanto, se encuentra en la necesidad de aceptar este tipo de trabajos como única vía de desarrollo de su actividad profesional. Pero, por otro lado, la situación también la padece la totalidad de la clase trabajadora, ya que en definitiva, supone un recorte de derechos de una parte significativa de trabajadores. El hecho de que exista un colectivo con menos derechos y en una situación de indefensión, supone para el resto de trabajadores, una dificultad añadida para sus luchas y reivindicaciones.

En multitud de ocasiones la persona contratada bajo esta fórmula no recibe ningún tipo de salario; y en el caso de recibirlo, es totalmente insuficiente para cubrir las necesidades básicas. Aunque a primera vista el derecho a un salario digno es el fundamental detrimento de este tipo de contrataciones, no es el único: indefensión laboral, nulas o bajas cotizaciones, sin derecho a prestación por desempleo, sin derecho a vacaciones, sin derecho a bajas sanitarias, el empleador puede practicar el despido libre; en definitiva, no se reconoce la actividad laboral que desempeñan estas y estos trabajadores.


Conflictos

Como decimos en la presentación, la realidad de nuestro sindicato nos lleva a tener varios años de experiencia en la problemática del becariado, y no como agente externo, sino vivida desde la primera persona.

Nuestro sindicato no pretende ser un sindicato de gestión, que solucione los problemas a la gente sin más participación suya que la cuota mensual. Nosotros creemos en la acción directa y la solidaridad y, por tanto, creemos que es la persona que tiene el problema la que debe dirigir su línea de acción, ya sea judicial o no, arropada por el sindicato en sus decisiones. Esto no quiere decir que el resto nos desatendamos del conflicto, todo lo contrario, nosotros estaremos ahí para ayudarla en todo lo que necesite, haciendo de su problema el nuestro.

De esta forma se han ido llevando los conflictos sindicales dentro del sindicato. Como contamos en los artículos del conflicto contra la UCM y contra la UAH, nuestra forma de actuar lleva la vía judicial (reconocimiento de la relación laboral encubierta y pago de las diferencias salariales atrasadas y la cotización a la Seguridad Social ) paralelamente a la acción directa. Nuestros compañeros, por decisión propia y apoyados por el sindicato, intentaron mediante panfleteos, piquetes, pegada de carteles y pegatinas y realización de charlas extender el conflicto para que pasara de lo individual a lo colectivo, de modo que se pudiera enfrentar más eficazmente esta lacra de las becas e intentar, en última instancia, conseguir nuestro objetivo: la contratación fija y directa del personal becario; no obstante, las cosas no siempre son como se quieren, y aunque alguna que otra persona se animó a denunciar por su cuenta, sin querer plantar cara al problema como estábamos haciendo nosotros, en general la gente, quizá atenazada por el miedo a una (improbable) represión, hizo oídos sordos.

Queremos destacar aquí que dos de los tres compañeros (y varias de las otras personas que se animaron a denunciar, finalmente) consiguieron ganar su juicio contra sus respectivas universidades. Ambos consiguieron el reconocimiento del encubrimiento de trabajo. En el caso de la UCM se consideró que la finalización de la beca era, en realidad, un despido improcedente, teniendo la Universidad que pagar la indemnización correspondiente (o readmitirle, cosa que ni se les pasó por la cabeza), así como los salarios atrasados y la cotización a la Seguridad Social. En el caso de la UAH, a parte de tener que pagar lo que se le debía al compañero, la Universidad se vió en la obligación de tener que readmitir al compañero como Personal de Administración y Servicios, realizando las tareas que realizaba anteriormente (y que a día de hoy sigue realizando), al demostrarse que el despido fue como represalia por demandar y el Tribunal Superior de Justicia lo declarase nulo.

Finalmente, como muestra de que nuestra acción no se agota en la via judicial, tras obtener el improcedente en la UCM y no ser readmitido el compañero, se siguió luchando en la calle y la universidad por la readmisión durante más de un año.


Organización

Situación actual:

La situación de los trabajadores y en especial la de los trabajadores precarios es una situación de indefensión frente a la empresa. La posición de reemplazabilidad del trabajador (especialmente en tiempos de crisis, cuando hay una cantera interminable de potenciales trabajadores) y el control que tiene la empresa sobre nuestro sustento para vivir, le otorga la fuerza en cualquier tipo de negociación.

Como sabemos, a la hora de negociar con la empresa no es la lógica lo que se acaba imponiendo (sólo hay que echar un ojo a la cantidad de proyectos sin sentido que se han realizado); sino una serie de interses particulares y, en general, contrapuestos entre trabajador y empresa: ésta busca el aumento de los beneficios netos, mientras el trabajador busca un aumento de su calidad de vida en la empresa o un aumento de salario.

En esta lucha de intereses, normalmente, si gana uno, pierde el otro. Y en esto nos encontramos ahora mismo, siendo el trabajador el que está perdiendo las «negociaciones», encontrándose cada vez con menos salario y menos derechos, mientras las empresas aumentan sus márgenes de beneficios y los dividendos para sus accionistas.

Nuestra solución:

La falta de fuerza del trabajador es algo estructural, en el sentido de que, por un lado, el trabajador es ahora una pieza más del sistema de producción, fácilmente reemplazable, incluso ahora en los puestos de alta cualificación, gracias al elevado paro; y, por otro, depende su sustento (y el de su familia) de la actividad que desarrolla.

No obstante, aunque un trabajador sea fácilmente reemplazable, no lo es así un grupo entero de trabajadores. Ciertamente, puede ser que no sea suficientemente grande o crítica nuestra actividad como para ganar suficiente fuerza y siempre está el miedo de represalias que nos priven de nuestro sustento. Para solucionar esto, la asociación con trabajadores de otras empresas es necesaria, de manera que la empresa vea multiplicados sus frentes; así como que en caso de represalias, no nos encontremos solos y podamos recibir el apoyo de nuestros compañeros. La historia nos ha demostrado que esto es más efectivo que las luchas parciales e individuales.

Somos anarcosindicalistas:

Eso sí, nuestra manera de trabajar es horizontal; es decir, somos los afiliados, mediante asambleas los que tomamos las decisiones y respetando siempre nuestro ámbito de actuación. Además, rechazamos las subvenciones, que nos atan económicamente; rechazamos a los liberados, que hacen del sindicalismo su trabajo y de su trabajo ni se acuerdan; y rechazamos a los comités de empresa, que separan del trabajador la actividad sindical; es decir, la lucha por ser respetados en nuestros puestos de trabajo, dejándola en manos de «sindicalistas profesionales» que deciden por nosotros la manera en que se debe hacer sindicalismo. La aceptación de este camino se ha probado y se puede ver a dónde llega, sólo hay que fijarse en la acción cotidiana de UGT, CCOO, etc.

Finalmente, somos anarquistas; es decir, vemos en la lucha cotidiana el camino y la preparación para poder llega a una sociedad libre, de iguales, y en que la toma de decisiones sea colectiva, respetando al individuo, libre de imposiciones y en la que todo el mundo viva bien. Pero para ello, será necesaria la colectivización de los medios de producción, cuya privacidad nos esclaviza veladamente mediante la necesidad del salario, y la gestión directa de los mismos por la sociedad, de modo que seamos todos los que decidamos qué consideramos importante producir y qué no.